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LOS NIÑOS PERDIDOS

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S i subís bien alto y doblás en la segunda estrella hacia el amanecer te encontrás con un país territorio gobernado por guachines donde el juego es la medida de todas las cosas donde el tiempo se calcula en helado de frambuesa y el horno está prendido cociendo tortillas para que a nadie le haga ruido la panza y los goles son de rabona las espadas, de madera el enemigo es de juguete y los malos causan risa podés dormir la siesta flotando en una nube o bailar la cumbita de las hadas o prenderte en el pogo de la noche y saltar descalzo con el malón que le canta a la tierra Pedro Pan viene a buscarte antes de que suenen las sirenas en la calle Pedro Pan toca su flauta para ahuyentar el odio del Capitán Gatillo Pedro Pan tiene la cara de Walter los ojos de Luciano y la visera Pedro ríe como Kevin con todo el amor pícaro en los dientes Pedro Pan si escuchás, llégate antes pasá por Facu allá en el sur y por Rafita que anda en el bosque y llévalo al Santi también que hace falta un Brujo para c

EL VIEJO, EL OTRO VIEJO Y EL MAR

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En cualquier caso, es ese teléfono en silencio después de los partidos del domingo. O que se acabó el etiqueta roja, no da el bolsillo para reponerlo y yo creo que había siempre una botella por la mitad en el departamento de Núñez, en ese mueble anticuado. Ese, el que tenía unas ventanitas de vidrio color caramelo.  En todo caso, cualquiera de estos caprichos me haría escribir. O que también compartimos algunos, poquísimos, libros. Porque intercambiábamos más desencuentros y debates sin destino que novelas.  Una vez te obsequié uno de Hemingway. Y al cabo de un tiempo, me dijiste: “Termino de leer "El viejo y el mar", cuya versión cinematográfica vi primero con Spencer Tracy y creo que otra con Anthony Quinn. El libro tiene la ventaja de que podés releer cada pedacito de monólogo, en este caso, las veces que uno quiera. Es fantástico Hemingway, no te deja despegarte del relato ni un momento. Me emocionó la lucha del viejo Santiago -será por lo de viejo. Lo emparento

TRES FLORES EXTRAORDINARIAS

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En un jardín de Bagdad, un hombre de turbante azul cultiva tulipanes. Ningún color falta en su jardín. Los rojos sanguíneos y crepusculares, los blancos de la leche y de la muerte, los negros de la noche y del humo, y el azul de los fantasmas y de los turbantes.             Hay muchas flores en el jardín aunque no son infinitas. Tres de ella son extraordinarias. Pero el jardinero no lo sabe.             Un tulipán guarda entre sus pétalos todas las risas. Las que se han extinguido, las risas del presente, las que vendrán después.   Las risas tormentosas. Las de una niña y sus juguetes. Las risas que se ocultan por vergüenza. Las de un recién nacido, las que se parecen al mar golpeando contra los acantilados, las risas que son como plumas caídas, las risas de bordes filosos, las risas sin dientes.            La segunda flor contiene todos los insultos. Los que saben a óxido y los que no tienen gusto a nada. Los que nacen en la panza, los que rebotan en las paredes, los que

BAJO LAS NUBES

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Fumó su tabaco y fue a la silla a mecerse. Pensó en el mar y en las tormentas que alguna vez azotaron el bote. Miró hacia arriba y vio rostros en las nubes. Dialogó con nadie un buen rato, dialogó con peces que nunca mordieron el anzuelo. Fumó otras veces pero ya sin levantarse de la silla y sin dejar de mecerse. Luego se fue convirtiendo en una sombra proyectada en la medianera del patio, bajo la parra seca. En el sueño, el viento de la playa le pegaba en la frente y una niña se reía. Tuvo espasmos de frío en el sueño, tuvo frío de este y del otro lado.  Ya estaba despierto otra vez cuando sintió que alguien le acariciaba la espalda -Tus nietos te vinieron a visitar- dijo ella. Él sonrió dulcemente. Por cortesía no le preguntó a esa mujer, que tenía arrugas muy finas cuando sonreía y algunas pocas canas amontonadas en un mechón del flequillo, que quién era ella. Le pidió una manta. -De lana, la manta- dijo él. Y volvió a cerrar los ojos. A su alrededor revoloteaban dos

OESTE

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El día quema su pupila sobre la tierra   salvaje y buena. Calle con pibxs: arcos de cielo y adoquín, balón sin gajos. Algo como el conjurado silencio de las estrellas parpadea entre vagón y vagón que pasa. Retorno de carros cartón flanqueando el terraplén. Estación de chipa fría y bolso al hombro: contorno de lxs que vuelven sobre el furgón. Pantalla con beso o mano vacía, todo se derrama en esa ardiente retirada, roja y reiterada perspectiva. 🖎Hernán Boeykens

ABBEY ROAD

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1969. Afuera es dictadura. Adentro las volutas de humo danzan alrededor de su cabeza. Fuma mientras pone la pava al fuego. Las noticias de París aún están frescas. Córdoba todavía está caliente. Afuera las nubes danzan alrededor de la luna, que no se deja ver. “Here comes the sun”, entona y se va rumbo al trabajo. Contorno de chimenea y galpón. No amanece. Y ya está marcando tarjeta. 1979. Los libros apilados sobre la mesa, forrados con tapas de otros libros. El té se enfría. Ella arde con los sueños que le golpean el pecho. Arde cuando piensa en los compañerxs. La noche mete miedo ahora. Los libros, la taza, la revolución, en pausa. Ella describe una estrella en un solo trazo de líneas que se entrecruzan en la contratapa de un cuaderno. “She´s so heavy”, dice. Toma un sorbo de té. Llora y ríe. Toma un libro y lee. 1989. Él llega tarde. Los niños duermen. Hay unas milanesas y una nota en la cocina. Él corrobora el sueño en el cuarto: los dos respiran suavemente. Ella está d

HOPLIAS MALABARICUS

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A quel niño solo. Su mirada fija en la boya naranja, negra e inmóvil sobre el agua. Camalotes y aves se funden en sus ojos. Espera. De eso se trata todo. Tensas las manos, la respiración suave en sus pulmones nuevos. No hay nada más. La laguna, las aves, los camalotes. Ni hambre siente. Puede comprender, comprende todo. De eso se trata. Sabe la muerte, sabe que es algo posible y concreto. Se permite sonreír. Hace horas que no habla. Un viento le subleva el pecho. Presiente. El sol se filtra a través de las ramas de los sauces. Se prepara. Todo lo que se puede pensar tiene forma de pez, piensa. De pez y de laguna, se corrige. Sonríe otra vez. La boya zozobra en el agua parda, formando anillos. Con violencia, al fin, se hunde. 🖎Hernán Boeykens